El trágico e inesperado desenlace en la muerte del expresidente Alan García Pérez cierra y abre un capítulo en la historia política del Perú.
Lo cierra por tres motivos.
El primero porque aquí termina la investigación en su contra dirigida, sin duda, a combatir en la vía Judicial lo que no se pudo combatir con argumentos en la vía política.
En segundo lugar porque -sin el expresidente- desaparece el trofeo político en que sus opositores necesitaban convertir esa detención para hacer no justicia sino escarnio y vejación.
Y en tercer lugar porque no estará más para marcar una agenda política de oposición como lo había estado haciendo, permanentemente, criticando con razones objetivas la situación de desgobierno y corrupción en la que se encuentra sumido el Perú del presente.
Y lo abre, también por tres circunstancias:
Primero, porque esa misma muerte deja la duda sobre su responsabilidad judicial que por el bien de la historia y de todos los peruanos debemos conocer.
Segundo, porque obliga a exigir detener la politización de la justicia o la judicialización de la política. Mientras el ministerio público y el poder judicial sigan un libreto político gubernamental u oenegero, estamos amenazados. En lugar de ello la fiscalía debería acusar y no dedicarse al show del que muchos viven.
Y tercero, porque la lucha política puede darse de muchas maneras pero la civilización obliga a mejorar en el fondo y en la forma, pero no a insultar, denostar y calumniar. Hemos perdido o estamos perdiendo el sentido y el respeto que la democracia exige y alentamos a los aventureros o a los radicales que tanto daño pueden hacer.
Lo concreto es que sin Keiko y sin Alan, el gobierno y sus aliados quedan con el terreno político prácticamente libre.
Cuando pase la conmoción de estas horas volveremos a la realidad de la falta de trabajo digno, la inseguridad creciente y la salud inhumana. Y volveremos al circo en que viene convirtiéndose la política peruana.
Veremos qué nuevos liderazgos pueden marcar nuevos derroteros e iniciar un verdadero cambio para el país.

Alfonso Baella Herrera fundó en el 2001 Baella.com, una agencia de marketing y comunicación corporativa. Es especialista en redes sociales y además analista político. A través de su empresa, ha jugado un papel clave en el lanzamiento de decenas de exitosas redes sociales y estrategias de marketing en Internet que han visto millones de personas.
Es autor del libro: «YO QUIERO SER PRESIDENTE. ¿Cómo utilizar el Internet para ganar una elección? La estrategia electrónica de Barack Obama», que trata sobre la primera campaña presidencial de Barack Obama, donde el uso de redes sociales fue decisivo.
Alfonso ha sido columnista de Correo, Expreso y Peru21, es también fundador y director de Posicion.pe Y además ha sido, conductor y director del programa de televisión Redes y Poder vía Willax TV y ATV +.
Estudió Derecho y Ciencias Políticas, tiene posgrados en Tecnología de Información, Administración de Empresas y Producción de Televisión. Es Magister en Gobierno de Organizaciones y Máster en Comunicación y Marketing Político.
Alfonso es considerado uno de los peruanos más influyentes en las redes sociales.
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